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El Verdadero Amor

Corazones, chocolates, y flores – el día de San Valentín está a la vuelta de la esquina, y en todas partes hay personas volviéndose locos buscando qué comprarle a su pareja para demostrarle amor.

Aunque esos detalles son bonitos y nos hacen sentir bien darlos y recibirlos, hay un amor mucho más poderoso – el amor de Dios.


Como toda chica, crecí con ilusiones de enamorarme, casarme, tener 2.5 hijos, uno (o dos) perros, una casa, y recibir todos esos detalles románticos que vemos en las películas. No hay nada malo en tener esas metas e ilusiones, pero si tratas de conseguirlas con tus propias fuerzas y sin buscar de Dios y consultar con Él primero, te estás preparando para el fracaso o la decepción.

En mi búsqueda de alguien a quien amar y que me amara, no tenía mi identidad ni valor propio fijos en Cristo. Tenía una idea de qué quería en la vida y cosas que no soportaría de nadie. También podía imaginar el comportamiento y trato ideal de una pareja. Pero eso no es suficiente para en realidad conocer lo que es un verdadero amor o identificarlo cuando lo viera.


Yo cometí dos errores:

1. No consultar a Dios antes y durante el transcurso de enamorarme; y 

2. Poner mi fe, identidad, esperanza, sueños, y futuro en las manos de un humano. 

Cuando él falló – y todos hemos fallado o fallaremos en algún momento – mi realidad, sentimientos, y todas las cosas que puse sobre sus hombros se vinieron abajo y quedaron destrozados en mil pedazos. 

Pero hubo alguien que estaba velando por mí. Vio el desastre que era mi vida y dijo, “Yo puedo hacer algo bueno con todo esto.” En su amor incondicional, quebrantó la vasija que yo había tratado de crear (y luego reparar) por mis propias fuerzas. Me protegió de un desastre mayor si se hubiese roto luego de tratar de llenarla en la condición que estaba. 

Mi vida quedó hecha trizas, pero esa fue la única manera de comenzar de nuevo. Le entregué a Dios cada pedacito, y con mucho cuidado, Él aplastó lo que se había echado a perder. Ahora, poco a poco, las manos del alfarero van dando forma al barro que es mi vida para crear una vasija según le parece mejor hacerla. (ver Jeremías 18)

En este proceso he estado más cerca que nunca a Dios y continúo aprendiendo más sobre lo que significa amar y ser verdaderamente amada. Todavía no ha terminado conmigo, pero sé que sus manos son lo suficientemente fuertes para sostener todo lo que soy, todo lo que anhelo, y todo lo que Él prometió.

Los chocolates y las flores, aunque hermosas y emocionantes muestras de amor, no son duraderas. Pero el verdadero amor, el amor eterno de Dios, fue mostrado al dar a su único Hijo para salvarnos y darnos vida eterna.

No fue tarde para mí, y tampoco es tarde para ti. Entrégale a Dios todo lo que eres. Sólo Él puede tomar tu vasija quebrantada y crear algo nuevo y mejor de lo que imaginas.

Valeria
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Suelta el Equipaje

Sé que no soy la primera en decirlo pero… extraño viajar. Desde Febrero 2015 hasta Marzo del 2020 tuve la oportunidad de viajar mucho, tanto por trabajo como por placer; y además de experimentar cosas nuevas, también aprendí varias lecciones:

  • Invierte en TSA Pre-check;
  • Vale la pena viajar en aerolíneas donde puedes escoger tu asiento si vas a hacer escala;
  • Levantarte temprano para un vuelo no es lo mismo que levantarte temprano para trabajar;
  • Aunque empaques una merienda, vas a terminar comprando comida en el aeropuerto.

Pero la lección mas importante que aprendí fue como empacar sólo lo necesario y dejar ir lo demás.


Yo era de las personas que si iba a viajar por tres días, empacaba como si fuera a viajar por 14. Mi frase favorita era “por si acaso.” No está en el itinerario ir a la playa, pero me llevo un traje de baño, por si acaso. Y también 3 abrigos. Y todos mis marcadores para mi journal. ¿Y qué tal si se me acaba el jaboncito tamaño de viaje? Mejor me llevo el grande, por si acaso. 

Y así continuaba.

Poco a poco, con cada viaje, me fui dando cuenta de la cantidad y tipo de pertenencias que en realidad necesitaba. Si voy a Pittsburgh en el invierno, no hace falta empacar un traje de baño. Y si se me acaba el jabón tamaño de viaje, pues, ¡en el hotel hay más!

De la misma manera, debemos aplicar este concepto a nuestras vidas, especialmente cuando cargamos con cosas que nos perjudican.

Equipaje Pesado

El el transcurso de nuestra vida, pasamos por experiencias que dejan marcas en nosotros y cargamos con el peso de las consecuencias. Hemos experimentado remordimiento, dolor, crítica, rechazo, fracaso, y abuso. O tal vez te sientes abrumado por preocupaciones, ansiedad, depresión, rencor, o culpa.

A veces pensamos que lo hemos dejado ir, pero en realidad nos acostumbramos a su peso. No nos damos cuenta de que el equipaje se ha hecho demasiado pesado, hasta que nos encontramos en una situación que causa que la maleta reviente… Es ahí cuando aquel “artículo extra” sale a la luz. 

En ese instante tenemos dos opciones: o lo volvemos a poner en nuestra maleta o lo dejamos ir.

Toda experiencia deja sus marcas. Pero no hay marca tan profunda que Dios no pueda sanar y restaurar.

Déjalo Ir

Como dice Elsa, “Let it go!” 

Pablo nos dice en Hebreos 12:1-2: “1 Por lo tanto, ya que estamos rodeados por una enorme multitud de testigos de la vida de fe, quitémonos todo peso que nos impida correr, especialmente el pecado que tan fácilmente nos hace tropezar. Y corramos con perseverancia la carrera que Dios nos ha puesto por delante. 2 Esto lo hacemos al fijar la mirada en Jesús, el campeón que inicia y perfecciona nuestra fe.”

Dios quiere que nos despojemos de toda carga que nos impida ir hacia el propósito que Él ha determinado para nuestras vidas. No es solamente el pecado, sino todo lo demás que nos saca de alineamiento con su voluntad. 

No es fácil, pero la gracia de Dios es suficiente. Pidámosle al Espíritu Santo que nos muestre esa carga extra que llevamos con nosotros que seria mejor dejar ir y nos dé la sabiduría y fuerza para hacerlo. 

No esperes a que reviente la maleta. Vacíala y llénala de lo único que necesitas – Dios.

Dios les bendiga,

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El Peso de las Expectativas

Esta semana ha sido difícil.

No porque haya estado pasando por una prueba fuerte. No porque todavía estoy buscando trabajo. No porque esté lejos de Dios (no lo estoy).
Simplemente porque no me he sentido inspirada a escribir. Esto me lleva a no escribir nada. Y luego me siento culpable por no haber escrito ni siquiera una idea, lo que bloquea dicha “inspiración”. Y al final es doble la culpa – por no escribir y por sentirme irresponsable al no cumplir con una expectativa que yo misma puse sobre mi.

Es un círculo vicioso del que siento que no puedo salir. Se sigue amontonando el sentido de culpa encima de mí, y me ahogo en un vaso de agua que yo llené. No lo llenó Dios. No lo llenó el enemigo. Fui yo.


Muchas veces recogemos cargas que no nos pertenecen. O si nos pertenecen esas responsabilidades, le añadimos cosas que no eran parte del trato. Por ejemplo, este blog. Dios me llamó, como nos ha llamado a todos, a testificar y pregonar las Buenas Nuevas. Para mi, la medida de hacerlo en esta etapa de mi vida es escribiendo. Pero Dios no me puso un calendario de cuántas veces tengo que publicar un blog, o un post en Instagram o Facebook. Ni tampoco de cuán largo tiene que ser cada escrito. Esas expectativas las puse yo.

El primer paso para lidiar con un problema es admitir que lo tienes. Y este es mi problema: le añado expectativas a responsabilidades entregadas por Dios. Y cuando no cumplo con esas expectativas, me castigo al cargar con culpa que ni debería estar experimentando.

No le añadas a la palabra de Dios. Simplemente da el primer paso en fe. Mientras vayas caminando sobre Su palabra, Él proveerá. Dios equipa al llamado.

Para mi, caminar en fe es sentarme a escribir. Aunque no lo sienta. Aunque piense que no hay palabras en mi. Empiezo a escribir cómo me siento, y el Espíritu Santo me va ministrando. Vacío el vaso de mis expectativas, desprendiéndome de cargas que no me pertenecen, y Él me va llenando de paz y verdad. Y del desborde, entonces me puedo convertir en bendición para otros.

Es tiempo de vaciar esos vasos que llenamos con nuestro propio entendimiento y dejar que El Señor nos llene de Su palabra.

Confía en el Señor con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento. Busca su voluntad en todo lo que hagas, y él te mostrará cuál camino tomar.

Proverbios 3:5-6
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El Jardín de Tu Corazón

En mi vida, he pasado por momentos difícilies que pudieron haber dañado mi corazón completamente si lo hubiera permitido – rupturas, traiciones, mentiras, manipulaciones, decepciones, divorcio… y la lista continúa.

Todas estas cosas han sido dolorosas. Pero si hubiera dejado que esas semillas echaran raíces en mi corazón, ahí sí que sería anfitriona dispuesta del sufrimiento. A la larga, esas semillas que echan raíces dan fruto de amargura, resentimiento, y falta de perdón. No solo sufrimos nosotros, si no que propagamos ese dolor a todos los que nos rodean. Continuamos sembrando semillas de dolor en otros que echan raices, y dan fruto…

Mantener un corazón limpio de ofensa, odio, amargura, resentimiento, y falta de perdón no es fácil. ¿Alguna vez has visto un jardín lleno de yerba mala? Para que llegue a estar en esas condiciones solo hay que hacer una cosa: nada.

El camino de menos resistencia es no hacer nada en contra de ellas, y dejar que crezcan por si solas y se apoderen de todo.

Sin embargo, para tener un jardín con árboles que den buen fruto y flores que perfumen su alrededor, hay que trabajar. Hay que sacar las malas hierbas, podar los árboles de buen fruto, abonar lo bueno y aplicar herbicida a lo malo.

Tu corazón, ¿a cuál jardín se parece?

Si parece estar lleno de yerba mala… ¡tengo buenas noticias! Nunca es tarde para talar.

No te voy a mentir, no va a ser fácil. Yo pasé por momentos donde dejé que la amargura se hiciera dueña de mi corazón. Pero el primer paso es decidir enrollarte las mangas y pedirle a Dios que te muestre dónde están esas semillas plantadas y así poderlas arrancar de raíz. Va a doler, pero ese dolor es necesario; es mejor pasar por ese dolor momentáneo que quedarte ahogada y atada por cosas que ya no puedes cambiar y de paso, seguir causando dolor en otros y en nosotros mismos.

Tampoco será una tarea que tendrás que hacer una sola vez. Es un trabajo arduo y continuo. Y si no estás alerta y bajas la guardia, entonces le abres la puerta a que crezca la mala hierba en tu corazón. Proverbios 4:23 nos advierte a que sobre todas las cosas cuidemos nuestros corazones, porque este determina el rumbo de nuestra vida.

Te invito a que le des espacio a Dios para que obre en tu vida, te muestre esas áreas en tu corazón donde ha crecido mala hierba que debe ser arrancada, y te dé la gracia necesaria para realizar tu parte en esa obra.

“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Él corta de mi toda rama que no produce fruto y poda las ramas que sí dan fruto, para que den aún más.”

– Juan 15:2 NTV

Dios te bendiga hoy y siempre,

Valeria