Esta semana ha sido difícil.
No porque haya estado pasando por una prueba fuerte. No porque todavía estoy buscando trabajo. No porque esté lejos de Dios (no lo estoy).
Simplemente porque no me he sentido inspirada a escribir. Esto me lleva a no escribir nada. Y luego me siento culpable por no haber escrito ni siquiera una idea, lo que bloquea dicha “inspiración”. Y al final es doble la culpa – por no escribir y por sentirme irresponsable al no cumplir con una expectativa que yo misma puse sobre mi.
Es un círculo vicioso del que siento que no puedo salir. Se sigue amontonando el sentido de culpa encima de mí, y me ahogo en un vaso de agua que yo llené. No lo llenó Dios. No lo llenó el enemigo. Fui yo.
Muchas veces recogemos cargas que no nos pertenecen. O si nos pertenecen esas responsabilidades, le añadimos cosas que no eran parte del trato. Por ejemplo, este blog. Dios me llamó, como nos ha llamado a todos, a testificar y pregonar las Buenas Nuevas. Para mi, la medida de hacerlo en esta etapa de mi vida es escribiendo. Pero Dios no me puso un calendario de cuántas veces tengo que publicar un blog, o un post en Instagram o Facebook. Ni tampoco de cuán largo tiene que ser cada escrito. Esas expectativas las puse yo.
El primer paso para lidiar con un problema es admitir que lo tienes. Y este es mi problema: le añado expectativas a responsabilidades entregadas por Dios. Y cuando no cumplo con esas expectativas, me castigo al cargar con culpa que ni debería estar experimentando.
No le añadas a la palabra de Dios. Simplemente da el primer paso en fe. Mientras vayas caminando sobre Su palabra, Él proveerá. Dios equipa al llamado.
Para mi, caminar en fe es sentarme a escribir. Aunque no lo sienta. Aunque piense que no hay palabras en mi. Empiezo a escribir cómo me siento, y el Espíritu Santo me va ministrando. Vacío el vaso de mis expectativas, desprendiéndome de cargas que no me pertenecen, y Él me va llenando de paz y verdad. Y del desborde, entonces me puedo convertir en bendición para otros.
Es tiempo de vaciar esos vasos que llenamos con nuestro propio entendimiento y dejar que El Señor nos llene de Su palabra.
Confía en el Señor con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento. Busca su voluntad en todo lo que hagas, y él te mostrará cuál camino tomar.
Proverbios 3:5-6